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The Hateful Eight


Quentin Tarantino es una de las pocas personas capaces de tenerme sentada tres horas prestando atención a una historia. Suelo disfrutar muchísimo de su trabajo y de sus palabras, así que no suelo aburrirme viendo sus películas. Sin embargo, debo reconocer que The Hateful Eight me perdió por momentos. 

No sé si fue porque estaba demasiado cansada para prestar atención a una historia lenta y con tantos diálogos, o simplemente porque se detiene demasiado en esos diálogos y no logré conectar con ellos. Creo que de eliminar al menos media hora de metraje no le haríamos demasiado daño a la película. 

Fuera de eso, The Hateful Eight me ha gustado. Es exactamente la película que esperaba de Quentin Tarantino (incluidos esos diálogos interminables), y no por ello me ha gustado menos. Es cierto que últimamente se va un poco por las ramas -algo que también veo como tendencia en el cine de Martin Scorsese-; pero sus historias me entretienen y aún no me da pereza ver sus nuevas películas.

Todos los actores, incluida la fugaz aparición de Channing Tatum, me han gustado mucho. No me ha fascinado tanto Jennifer Jason Leigh como para una nominación al Oscar, aunque sí me ha gustado. Y debo decir que Tim Roth está muy bien en un papel que, claramente, fue escrito para ser interpretado por Christoph Waltz (y al que, claramente, se le pidió que lo interpretara como lo habría hecho él). De haber cerrado los ojos cuando hablaba, estoy prácticamente segura de que no habría notado la diferencia.

La música de Ennio Morricone me resultó interesante. La fotografía de Robert Richardson no es un espectáculo, pero su trabajo siempre me gusta. Me he pasado toda la película pensando en cómo sería verla en teatro, y especialmente considerando si se quitaría algo o sería una obra de tanta extensión. Creo que -en teatro- muchas cosas serían bastante más efectivas, aunque me pregunto si otro director la llevaría a los escenarios tal y como Tarantino la ha imaginado. 

Antes de ver The Hateful Eight, me dijeron varias cosas: que se hacía larga, que tenía demasiados diálogos y que, para ser cine de Tarantino, tenía muy poca sangre. En lo primero coincido, a lo segundo sigo achacándole el hecho de que fue escrita con el teatro en mente; pero en lo tercero discrepo: creo que tiene más que suficiente sangre, y que está en las escenas correctas. Y creo que el final, aunque me lo imaginaba desde el principio, es perfecto.

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