Me ha costado lo mío decidirme a ver Mad Max: Fury Road. Me costaba sentir interés, porque se trata de un género que suelo asociar a guiones simplones y que no me atrae en lo más mínimo. Cuando me encontré con unos cuantos fotogramas que destacaban la belleza de la fotografía de la película, mi curiosidad se despertó.
Y finalmente, y después de la insistencia de varias personas -incluido un “te va a gustar, va de tías dando hostias” que ha cerrado el trato-, de ver los premios y nominaciones que ha cosechado, acepté darle una oportunidad. Y sí, estaban todos en lo cierto: me ha gustado.
Me ha gustado porque no esperaba muchas cosas: no esperaba esa bonita conexión entre Furiosa y Max, no esperaba que me gustara tanto la mezcla de sonido, no esperaba meterme tanto con las escenas de acción (¡y pasarlo tan mal!), no esperaba ese montaje tan alucinante y, definitivamente, no esperaba que la historia se desarrollara de la forma en que lo hace.
También me ha gustado el arte, y los efectos especiales me han convencido (porque, aún en ese universo, pensaba que me costaría creerme algunas cosas). La fotografía, por supuesto, ha sido lo que más me ha gustado. Y, claro, Charlize Theron y Tom Hardy me han encantado (¡cuándo no!).
Me gusta cuando descubro películas interesantes en géneros que no suelo consumir con afición. Me gusta mucho cuando las recomendaciones de otros dan en el clavo. Me gusta llevarme sorpresas y abrirme a nuevas cosas. Y creo que ha sido un gran acierto haber aceptado ver esta Mad Max. Espero verla llevarse alguna (merecida) estatuilla dorada el 28 de febrero.
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