Recuerdo el día que vi por primera vez el trailer de Kingsman: The Secret Service. Lo primero que dije fue "esta es la clase de películas de acción que me gustan". Y estaba en lo correcto: me lo pasé en grande viéndola, y ya la considero una de mis favoritas del género.
Me encantó la banda sonora, las coreografías, los stunts y, aunque me sentí un poco mareada por los movimientos de cámara durante algunas escenas, me reí tanto que al terminar lo único que quería era verla de nuevo (aunque imagino que quienes no gustan del humor políticamente incorrecto no estarán de acuerdo conmigo).
Colin Firth está divertidísimo, he llorado de risa con algunas de sus escenas. Taron Egerton es todo un descubrimiento, estaré muy atenta a lo próximo que haga. Y Samuel L. Jackson... ¡qué risas con él!
Lo más genial de Kingsman es que llega un punto en el que por más que uno quiera, no logra adivinar cómo se resolverá el conflicto. Y es que, a medida que avanza la historia, ocurre algo más surrealista: una escena que nos pilla desprevenidos y nos hace soltar la carcajada -o, en mi caso, hacerme querer levantarme a aplaudir- frente a escenas que sólo puedo explicar con la palabra inglesa "outrageous" (algo que puede ser indignante, extravagante, escandaloso o hilarante, según el contexto; pero en este caso lo es todo a la vez).
Kingsman no es una película para todo público; pero si os gusta sorprenderos, no os incomoda el humor poco correcto, y os molan los stunts... esta es vuestra película.
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