Todo lo que sabía sobre The Congress antes de verla era que Robin Wright se interpretaba a sí misma, y que se trataba de una película de animación y ciencia ficción dirigida por Ari Folman (Vals Im Bashir, 2008). También sabía que la gente que la había visto decía cosas muy buenas, pero no había querido saber qué cosas para sorprenderme. Y, por supuesto, no había visto el trailer.
Creo que eso jugó a favor de las sensaciones que me transmitió The Congress: me sorprendí cuando su personaje se sorprendía, me encontré tan perdida como ella, y me dejé llevar por la historia. Y el viaje me resultó muy interesante.
Me gustó la trama relacionada con los avances en la industria del entretenimiento y esa necesidad que tenemos de estar jóvenes y alejados de la realidad. Me hizo cuestionarme muchísimas cosas, como por ejemplo cuando se habla acerca de nuestras prioridades y nuestro egoísmo. O cuando se discute acerca de la libre elección de los actores y la influencia de la industria. O sobre cómo elegimos escaparnos de la realidad.
The Congress me ha hecho cuestionarme por qué me cuesta tanto ver ciencia ficción cuando en realidad me hace pensar y reflexionar muchísimo. Normalmente asocio la ciencia ficción a efectos especiales, y en consecuencia a palomitas. Y no es así.
Después de ver The Congress, he repasado mentalmente los títulos del género que he visto y lo interesantes que me han resultado. Siempre digo que disfruto más de la ciencia ficción escrita, pero The Congress me ha hecho darme cuenta de que en realidad la disfruto también en cine. Y de que quizás debería consumirla un poco más.
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