Si tuviera que definir The Extraordinary Tale of the Times Table, usaría la palabra “extraordinaria”. Su título nos lo dice todo: la historia que cuenta no es una historia ordinaria, y la forma de contarla… tampoco. Me he pasado toda la película admirando, conjeturando y suspirando, maravillada con esta “historia extraodinaria”.
The Extraordinary Tale nos lleva de paseo por un universo –valga la redundancia- extraordinario, y nos atrapa desde la primera escena. A medida que avanza la historia, no podemos evitar encariñarnos con esos personajes tan pintorescos. El arte, la fotografía, la música, el trabajo actoral… ¡todo es tan bonito!
El personaje de Aïda Ballman me fascinó: no sabía si estaba frente a una Amélie o a alguien completamente mal de la cabeza. Al final me he quedado con la idea de que si estaba mal de la cabeza, en su mundo todo era completamente normal (como debe ser).
Ese mundo de la película me hizo tener muy presente a Jean-Pierre Jeunet (y a un par de directores más aquí y allá). Es un mundo mágico, donde todo lo que puede parecer fuera de lo común a nuestros ojos, no tiene nada de raro a los ojos de quienes lo habitan. Y la verdad es que me han dado muchas ganas de perderme un poco más por allí.
También me ha gustado mucho Ken Appledorn en ese papel que exige jugar con el límite entre la “normalidad” del mundo exterior y la del interior. Y me ha encantado el peque. Trabajar con niños no es nada fácil, y en este caso se ha conseguido muchísimo. Por momentos daban ganas de achucharle, y en otros me recordaba al Kevin de We need to talk about Kevin. Esa dualidad aporta muchísimo a la historia.
He quedado encantada con The Extraordinary Tale, y por eso quiero recomendaros que la veáis. Llega a los cines el 25 de julio, así que espero que vayáis. Merecerá la pena, lo prometo.
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