Hace unos días os conté un poco acerca de la evolución del montaje, y os di algunos nombres de los pioneros en el área. El post se me hizo demasiado largo, y no profundicé demasiado. Hoy he seleccionado cuatro formas diferentes de ver al montaje, que pueden servir para comprender mejor las decisiones que se toman a la hora de contar una historia.
Griffith: una secuencia puede formarse de tomas incompletas, cuyo orden y selección se deciden por necesidades dramáticas
The Birth of a Nation, clásico de D. W. Griffith no ha alcanzado su status por la historia que relata, sino por haber innovado en el arte del montaje.
Hasta entonces, la única forma de hacer énfasis en la intensidad dramática de la escena era a través de la gesticulación de los actores. Griffith innovó acercando la cámara a los actores, mostrando detalladamente sus gestos. También, utilizó planos panorámicos: largas tomas de imágenes que no jugaban un papel fundamental en la trama, pero aumentaban el dramatismo de la historia (por ejemplo, las panorámicas de los campos de batalla).
Hasta el momento, se realizaban cortes en una escena por una cuestión de espacio: se recurría a ellos cuando era imposible encuadrar todo lo que ocurría en una escena (conocido como principio de continuidad de la acción). Griffith decidió que los cortes también podían ser útiles para decir algo más que “ocurrió esto”, y decidió hacer cortes por razones dramáticas (“presta atención a este detalle”).
Griffith dividía a la acción en componentes y luego recreaba la escena a partir de esos componentes. De esta manera no sólo agregaba más detalles a la historia, sino que además era capaz de guiar al espectador e influir en sus reacciones (porque decidía qué detalles contarle y cuáles dejar afuera).
Otro recurso cinematográfico que debemos al amigo Griffith es el flashback. El director descubrió que si el espectador sabía lo que pensaba o motivaba al personaje, le resultaba mucho más fácil entender sus acciones. Y lo utilizaba, por ejemplo, montando imágenes de una escena ya vista con una nueva escena.
Todos los descubrimientos de Griffith dieron riqueza a las historias, pero también facilitaron los rodajes: una escena que antes debía montarse pensando en cómo la vería el espectador, ahora se rodaba con tomas separadas desde ángulos que embellecían la historia, y se montaban con un par de cortes de tijera.
Los actores, sin embargo, ya no lo tuvieron tan fácil: ahora debían aprender a gesticular de una forma mucho menos exagerada y a dar diferentes tonos a sus acciones. Y el director adquirió dos nuevos poderes: el poder de decidir cómo contar la historia de sus personajes (dónde poner la cámara, por ejemplo), y el poder de controlar el tiempo (es decir, decidir cuánto tiempo debe extenderse una determinada toma).
La influencia de Griffith y su montaje llegaron a Rusia, donde los jóvenes directores adoptaron sus ideas y las interpretaron a su manera.
Pudovkin: el montaje constructivo
La opinión de Pudovkin fue formada en parte por los experimentos de Kuleshov, en los que demostraba que las mismas tomas en diferente orden, o montadas junto a diferentes elementos, podían contar historias diferentes.
Para Pudovkin, el material de trabajo de un director eran las piezas de celuloide en las que se han grabado acciones, y a partir de eso el director podía componer la película de la forma en que deseara. Esto se define como montaje constructivo.
A diferencia de Griffith, Pudovkin creía que la continuidad se obtiene construyendo una secuencia a partir de los detalles, en lugar de utilizar una toma larga para situar la escena e insertar esos detalles. Defendía que las escenas se escriben llenas de detalles y énfasis en determinados elementos, cosas que el espectador no vería si se montan como elementos extra a un plano abierto. Para él, debemos mostrar al espectador cada detalle que nos indica el guión, uno tras otro como si estuviéramos describiendo la escena, en lugar de simplificar con un plano abierto que lo resume todo.
El siguiente vídeo (en inglés) muestra cinco técnicas de montaje que introdujo Pudovkin y que aún hoy se aplican:
Einsenstein: el montaje intelectual
Para Einsenstein, la historia era simplemente un vehículo a través del cual exponer ideas. Su objetivo era que el espectador concluyera y abstrajera a partir de los eventos que veía en pantalla. No le interesaba seguir las reglas narrativas, y no dudaba en eliminar cinta que fuera irrelevante para su tesis. Buscaba dirigir el proceso de pensamiento más que las emociones.
Einsenstein se valía de escenas prácticamente carentes de trama, a las que les “intercalaba” alusiones simbólicas y comentarios para darles significado. Cada corte hacía avanzar la idea en lugar de continuar la acción. Su objetivo era alcanzar un cine “intelectual, libre de las limitaciones tradicionales, con ideas, sistemas y conceptos directos, y sin necesidad de transiciones o paráfrasis” (de su libro La forma del cine).
Creía que para obtener continuidad fílmica era necesario que cada corte fuera una yuxtaposición entre las dos tomas que se unen. Montar, para Einsenstein, era combinar dos tomas con significado propio y contenido neutral, para crear contextos intelectuales (por ejemplo, la imagen de agua y de un ojo, unidas, significan “llanto”).
Para él, el trabajo del director consistía en montar las tomas de tal forma que expresaran sus ideas, a través de los nuevos significados que esa unión creaba. Buscaba que cada corte shockeara al espectador, que diera la ilusión de choque, cambio y desarrollo de su argumento.
Nouvelle Vague: rompiendo reglas
Y cuando creíamos que no había mucho más que inventar, llegaron los que reinventaron el cine al romper las normas establecidas. Los directores de la nouvelle vague tenían mucho que decir, y su visión no encajaba con las normas cinematográficas imperantes.
Para reflejar su visión, rompieron con la regla del montaje lineal y aplicaron un estilo libre: discontinuo, con jump cuts, travellings largos, cambios bruscos de escena, sin cumplir con la regla de los 180º… y crearon una nueva estética cinematográfica que aún hoy sigue teniendo influencia.
Estas teorías son útiles para comprender a los directores que las desarrollaron, pero también pueden servirnos para aplicarlas nosotros mismos en nuestras historias. Como ya os dije antes: montar es como puntuar una historia. Hay muchas formas de hacerlo, muchos estilos. Y también hay espacio para la innovación.
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