Todo empezó en Barcelona, en un piso compartido por estudiantes de Erasmus. Después de vivir junto a Xavier (Romain Duris) su historia, sus idas y venidas, sus problemas y sus amores, tenía ganas de saber qué pasaba después. Y, entonces, llegó Casse-tête chinois.
Xavier tiene 40 años, y su vida siguió avanzando. Su matrimonio de diez años llega a su fin, y así comienza un nuevo capítulo de su historia, esta vez en New York. Y las cosas no son nada simples porque, como dice el propio Xavier, la vida no es simple.
Quizás lo más fácil de la vida de Xavier sea explicarle a sus hijos que tienen una hermana con dos madres. Y eso es, quizás, el mensaje: la vida se complica a medida que nos hacemos mayores. Puede que no al nivel de la vida de Xavier, pero a otros niveles seguro que sí. Y seguro que tenemos situaciones y enredos tan divertidos como los suyos para contar.
Casse-tête chinois es, supongo, el final de la trilogía de Xavier. Este capítulo es con el que menos me identifiqué, pero quizás en unos años entienda eso de lo que habla. Quizás no. La película me ha resultado entretenida y he encontrado un par de detalles bonitos, pero no llega al nivel de sus predecesoras. De todas formas, quienes han disfrutado de su historia, deberían verla. Os robará más de una sonrisa.
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