Hace unos días no me sentía muy bien. No suelo enfermarme, por eso cuando estoy mala suelo parar y tomarme un descanso. Pero claro, mis descansos suelen ser acompañada de cine. No es lo ideal, porque a veces uno no tiene el cuerpo para concentrarse en una película, pero no puedo evitarlo. Teniendo esto en mente, decidí ver Living in Oblivion, una película que pensaba que sería lo suficientemente simple como para verla sin mucho esfuerzo.
Resultó ser que Living in Oblivion no era tan simple. Pensaba que me encontraría con una historia simple, sobre cine y lo complicado que es rodar. Me encontré con una historia en la que, además, vi miedos, fantasías y comportamiento humano en general. Fue interesante –y aún me hace pensar- el uso del blanco y negro y el color. El cine con poco presupuesto, simple, muchas veces hace que uno piense más en lo que ve.
Living in Oblivion puede ser ficción imitando la realidad. Me recordó el típico cortometraje que cuenta la historia del cineasta que debe presentar un corto y sueña cómo hacerlo antes de entregarlo a último momento (no sé vosotros, pero yo he perdido la cuenta de las versiones que he visto de esta historia). Me lo recordó, pero a la vez me contó una nueva historia. Y me entretuvo lo suficiente como para olvidar por un rato que no estaba en uno de mis mejores días. Eso ya es suficiente.
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