Hoy me topé con el trailer de Despicable Me 2, y automáticamente sentí la necesidad de volver a ver la primera película. Suelo ver bastante más cine animado del que hablo por aquí (aunque sospecho que compenso con la cantidad de cortometrajes animados que os dejo), y suelo disfrutarlo muchísimo. La animación me fascina desde pequeña, y cuando me encuentro con animaciones “diferentes” no puedo evitar querer verlas en ese mismo instante.
Con Despicable Me me ocurrió algo muy curioso: no sentía ganas de verla. Steve Carrell no me termina de gustar como actor, y por alguna razón no quería darle una oportunidad a la película. Pero, por suerte y casualidad, me encontré sonriendo al ver a la pequeña Agnes en tv y con la insistencia de alguien para verla conmigo. Acepté. Y cinco minutos después de empezar a verla ya estaba a las risas. Se trata de una animación tan buena, tan divertida, que logró que olvidase que Steve Carrell estaba detrás de Gru (y hasta hizo que pensara que quizás ese era el mejor trabajo que hizo en su carrera). Y hoy, viendo el trailer, no podía parar de reír nuevamente. Esta vez no dejaré que nada me detenga, y seguramente corra al cine cuando se estrene.
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