La novena hora de la odisea de Mark Cousins comienza con la muerte de los íconos de los sesenta, y el nacimiento de una nueva generación cinematográfica. Nos habla de cómo los norteamericanos, viendo que no podían cambiar su sociedad la satirizaron. Cómo el color y la estética del cine hasta el momento era caricaturesco. “La locura tiene un poco de sanidad mental, y viceversa”, nos dice. El mundo estaba al revés, y el cine lo reflejaba: retrataba un mundo completamente de cabeza de forma colorida.
Cousins nos habla de una generación tan inerte y perdida como Benjamin Braddock. Nos habla de esa escena de The Graduate donde se marca el ritmo encendiendo y apagando las luces: ese ritmo que el libro carecía en la escena, un ritmo que hace que la película gane algo que sin ese detalle habría perdido. Y nos enseña que siempre se puede recurrir a algo para mejorar una escena. Nos habla de Hopper y su cine radical, de cómo la crítica criticaba y aniquilaba algo que no entendía (o que no quería entender). Nos enseña el simbolismo al que recurre Altman para retratar a la historia norteamericana.
Nos introduce al cine de Coppola con una pequeña mención de The Godfather, para hablarnos del radicalismo de The Conversation: de cómo perderse en los fragmentos de comportamiento de otras personas puede llevarnos al punto en que nuestra propia vida se disuelve. Nos cuenta cómo Coppola y Scorsese se conocieron, en el Festival de Sorrento. Presenta a Scorsese con la frase: “Luchábamos por abrir la forma”, y nos dice que esa frase resume a la generación de los setenta. Luego nos habla de Mean Streets, un retrato de la sociedad y de las calles en las que creció Scorsese. Nos lleva al mundo de Taxi Driver y de cómo la idea era tratar el tema del existencialismo en el contexto norteamericano. A partir de la mesa del restaurante donde De Niro discutió con Scorsese la realización de Raging Bull, realiza una comparación de ciertas escenas con lo que las inspiraron.
De allí pasamos al cine de Schrader y cómo retrata el vacío existencial utilizando a sus protagonistas. Cómo buscan ser rescatados, y cómo una misma escena, con los mismos ángulos de cámara ha servido para decir lo mismo en dos películas de su filmografía (American Gigolo y Light Sleeper). Y entonces, el director nos cuenta por qué la usó dos veces: simplemente porque sintió que en la segunda era donde realmente debería estar.
Habla del cine afroamericano y de los personajes judíos que tanto “éxito” tuvieron en el cine de la época. Se detiene en Annie Hall y la inolvidable escena de la langosta, y nos cuenta cómo es la heredera de la City Lights de Chaplin. Nos dice que Hopper, Altman, Coppola, Scorsese, Schrader, Parks, Burnett y Allen estaban en contra del viejo estilo de Hollywood. Ellos retrataban una realidad una actualidad norteamericana cruda. Pero nos dice que había un grupo más radical: los asimilacionistas. Estaban en contra de la vieja escuela, y retrataban el mundo del viejo Hollywood de la forma más cruda a través de metáforas cinematográficas. Cine claro, pero tenso; con protagonistas masculinos, alejado del idealismo.
Hacia el final de la hora, Cousins nos enseña el asimilacionista más radical: Terrence Malick. Nos dice que su cine es resultado de la influencia de la filosofía (su rama de estudio). Sospecho que quienes no terminan de entender el cine del director podrán entender mucho más viendo cómo Mark Cousins habla de él.
Mark Cousins cierra la novena hora de Story of Film: An Odyssey con Chinatown, quizás porque es la película que mejor resume el cine de esa década. Burla de la sociedad con un estilo descarado, viejo estilo de Hollywood mezclado con las nuevas verdades, eso es el cine norteamericano de los setenta. Por supuesto que afuera de Estados Unidos también se hizo cine en esa década, pero para eso debemos esperar a ver la siguiente hora del documental.
Este repaso se me hizo demasiado superficial, aunque, como siempre, no desilusiona por la cantidad de detalles que nos deja. Quizás sea que el cine de los setenta en los Estados Unidos es de los que más se ha analizado, y por tanto me he quedado con sabor a poco. Pero a la vez, es que hay tanto de lo que hablar, y sólo tiene una hora para cubrir cada década, que es imposible cubrirlo todo. De todas formas, he disfrutado mucho repasando algunas de mis películas favoritas y directores que admiro junto a este maravilloso profesor de Historia del Cine.
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