Shame es incómoda. Quizás avergüence al espectador (las risitas en la sala donde asistí al preestreno -gracias a la invitación de Cines Renoir- me hacen sospechar que sí). Y creo que debería. Personalmente sentí vergüenza. No por los desnudos, ni por las escenas de sexo, sino por la historia que nos cuenta. La frase que dije a mi acompañante apenas se encendieron las luces fue: “Esta película me partió el corazón”. Y confieso que no esperaba que eso sucediese.
No os puedo contar mucho, porque hablar de la trama implicaría hablar de cosas que se deben descubrir durante la película. Pero sí os diré que aunque parece que no ocurre nada, todo el tiempo estamos obteniendo pistas, o al menos a mí se me hizo así (pasé toda la película elaborando conjeturas). Diré que me gustó más Carey Mulligan que Michael Fassbender, pero que me ha gustado el trabajo de los dos. Que la banda sonora es buenísima. Y que tiene momentos muy buenos. Y buenos diálogos. En suma, es una película que no sé si recomendaría a cualquiera; pero que vale la pena ver. La verdad es que me sorprende no verla entre las nominadas a los Oscars.
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