Hace un par de años, poco antes de que el proyecto Veronica Mars renaciera de sus cenizas, leí acerca de una película independiente que estaba rodando Kristen Bell. Se llamaba The Lifeguard e iba sobre una chica que, a punto de cumplir los 30 años, abandona todo y regresa a su pueblo para reencontrarse con su época más feliz.
Como buena película independiente, sabía que cuando viera The Lifeguard me iba a encontrar con algo que me iba a hacer pensar y reflexionar. Y no me equivocaba. Me encontré con una película que me habló de algo que conozco bien -que todos conocemos bien-, que es esa necesidad de sentirse libre y vivo. Y de lo contagiosa que es.
Kristen Bell está genial. Su papel no es fácil: se trata de alguien que está escapando de algo que le hizo daño y se está intentando refugiarse en una época que la hizo feliz. Alguien que no es consciente de que en el proceso está “afectando” las vidas de aquellos a su alrededor. Y que, en su necesidad de sentirse niña de nuevo, no está pensando demasiado en las consecuencias.
The Lifeguard no trata el tema a la ligera, como se suele hacer en las comedias; pero tampoco creo que esté criticando la actitud del personaje. Simplemente nos muestra qué la lleva a eso, qué ocurre después, y nos dice que hay que seguir adelante y buscar lo que nos haga felices.
A pesar de pasar gran parte de la película con un nudo en el estómago (e imaginando correctamente lo que iba a suceder), al final me he quedado con una buena sensación. Temía que no fuera así, lo confieso. The Lifeguard tiene momentos duros, y quizás al final todo se resuelva demasiado fácil; pero a veces la vida es así y los problemas tienen soluciones mucho más simples de lo que creemos.
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