Con la caída del Studio System, ese que hacía del cine una producción sistemática y prácticamente industrial, Hollywood se vio obligado a dejar a actores y técnicos en libertad, de modo que ya no debían responder a un contrato por varias películas. Además, coincidió con la llegada de una nueva generación de creadores, que impusieron una nueva forma de contar historias. Ya se podía ver cambios en películas de los años cincuenta; pero, formalmente, es en los sesenta que nace el Nuevo Hollywood.
También conocido como Cine Post-Clásico, Renacimiento de Hollywood y Nueva Ola Norteamericana, el Nuevo Hollywood se caracterizó por mezclar la cronología en las historias, finales con un giro, y poca definición entre el límite protagonista-antagonista. Esta nueva generación de cineastas había recibido clases de cine y aplicaba la técnica europea. Francis Ford Coppola, George Lucas, Martin Scorsese, Roman Polanski y William Friedkin son algunos de los nombres de esos directores que cambiaron la forma de contar historias en Hollywood. Ellos son los que crearon el cine que hoy conocemos como blockbuster, ese en el que los estudios se preocupan por producir hits en la taquilla. Esto no significa que sólo se produjeran películas “grandes”, también hubo cine de bajo presupuesto que tuvo éxito: Bonnie and Clyde y Easy Rider son ejemplo de ello.
Os pongo un poco en situación (podéis profundizar los antecedentes en el post anterior): después de los problemas legales con el Estado de algunos estudios (particularmente Paramount) y con el nacimiento de la televisión, la industria se vio obligada a aplicar nuevas estrategias para seguir siendo rentable. La gran mayoría de las películas que se producían eran en Technicolor, pantalla widescreen, Cinemascope y sonido estéreo. Además, por esa época surgió el 3D. Los estudios recurrieron a géneros como el musical, las épicas históricas y todo tipo de películas que se vieran favorecidas en la gran pantalla, con la intención de que la televisión no atrapara a la audiencia y la alejara de las salas. Sin embargo, no veían resultados en la taquilla.
El problema de los estudios era que aún seguían haciendo cine para una generación, olvidando a la que ahora era el público que podía darles ganancias. La generación baby boomer era una generación más y mejor educada, con mayor poder adquisitivo. La mayoría de las personas que iban al cine pertenecían a ese grupo, y solía elegir cine europeo (Commedia all’italiana, Nouvelle Vague, Spaghetti Western) y japonés. El cine estaba vivo, pero el cine norteamericano no estaba dando en el clavo con sus producciones. Una vez lo comprendieron, decidieron arriesgarse y contratar a directores jóvenes, además de dejarles la libertad de hacer el cine que ellos quisieran. Esto, junto al nuevo sistema de ratings (en el que se segmentaba al público permitido para cada película), permitió el nacimiento de esa nueva generación que “salvó” al cine norteamericano.
La narrativa cinematográfica de los setenta
En la década de los setenta, el cine norteamericano sufrió una gran transformación, la cual es comparada a la llegada del sonido a las salas. Esta transformación no es técnica: lo que cambió fue la forma de contar historias. Esta nueva narrativa cinematográfica tiene cinco características estratégicas:
- Tendencia a integrar información y recursos estilísticos contrarios a las reglas narrativas habituales.
- El estilo tiene influencias del cine europeo, asiático, y el cine clásico de Hollywood.
- Buscan que las reacciones de los espectadores sean diferentes, muchas veces les incomodan.
- Énfasis en la falta de resolución de los conflictos, particularmente durante el clímax o el epílogo (donde el cine clásico solía atar todos los cabos).
- Narrativa no lineal, que se aparta del momentum (no busca crear suspenso o expectación).
Los cineastas del Nuevo Hollywood ponían su énfasis en el realismo. La facilidad de rodar en exteriores ayudaba a ese realismo al que apuntaban. También se decantaban por editar sus películas para darles un efecto artístico, por tener un mensaje político, y por ser liberales. Los protagonistas de las películas de la época se convirtieron en íconos para la contracultura: la audiencia tenía más conocimientos, estaba interesada en temas controversiales. El cine reflejaba la realidad, y las salas se llenaban de gente que quería ver ese cine.
El mercado se amplía
Los ochenta llegaron con una nueva oportunidad de mercado: el vídeo. Y muchas de películas que no funcionaron bien en taquilla encontraron el éxito en ese nuevo mercado, como The Shawshank Redemption. También muchos de los directores que surgieron en la época actual deben su educación cinematográfica al vídeo. El cine independiente y la caída de los costes de producción también influyeron para dar paso a una nueva forma de hacer cine, en la que no hacía falta tener demasiado dinero para hacer producciones de calidad.
Con la llegada del DVD y el vídeo en línea, los estudios fueron capaces de generar aún más ganancias, y de aportar extras a los espectadores. Tenemos algo que los espectadores de épocas anteriores no pudieron disfrutar: versiones extendidas, detrás de cámaras, podemos ver escenas que no se vieron en las salas, y hasta podemos ver las películas con comentarios de quienes participaron en ellas. En resumen, tenemos la posibilidad de disfrutar una experiencia cinematográfica muy diferente de aquella que disfrutaban los espectadores del siglo pasado.
El cine actual se divide –a grosso modo- entre blockbusters y cine independiente. La prioridad es invertir en las películas de grandes presupuestos, en las que se busca el espectáculo, crear estrellas y el alto valor de producción. Y, por supuesto, se busca atraer a las audiencias. Los nombres en el cartel vuelven a ser importantes, ya que ellos son los que atraen al público. De este modo, los estudios se aseguran de que sus películas cubran los costes de producción y generen ganancias. Por supuesto que corren riesgos: últimamente parece que se estrellan estrepitosamente, al fichar nombres y entregar productos que, si bien son buenos “técnicamente”, no terminan de gustar. Quizás sea hora de volver a cambiar la estrategia.
Por otro lado, tenemos las producciones independientes, que tienen su énfasis en la calidad de la actuación, dirección, los guiones, etc. En lugar de recurrir a las grandes estrellas, suelen depender de la crítica para obtener audiencia (aunque, las estrellas también están eligiendo participar más de este tipo de cine). Dado que las producciones independientes tienen presupuestos mucho menores que los de las blockbusters, es más fácil alcanzar el éxito y el fracaso no es tan estrepitoso.
Este cine independiente “renació” a finales de los ochenta, gracias a directores como Spike Lee, Steven Soderbergh, Kevin Smith y Quentin Tarantino. Sus producciones eran innovadoras e irreverentes, con estilos fuera de lo convencional en Hollywood. Además de ser un éxito, se han convertido en clásicos de la cultura popular, algo que facilitó el mercado comercial para el cine independiente posterior. Las producciones independientes son cada vez más atractivas para el público y algunos estudios, viendo un mercado nuevo, crearon subsidiarios para producir este tipo de cine (por ejemplo, Fox Searchlight Pictures).
La competencia es dura: las blockbusters, el cine independiente y el cine extranjero deben hallar su hueco frente a un público que va poco a las salas, compra pocos DVDs, consume descargas y streaming online. La piratería no ayuda a la industria (pero, en mi opinión, favorece a la propagación de la cultura tanto como antes se regrababan vídeos). Como dije más arriba, quizás sea hora de volver a cambiar la forma de hacer cine. Pero esto me lo guardo para otro post.
Hola podrías decirme si se ha editado algún libro con la historia del rodaje? Lo tengo de Lawrence de Arabia y es precioso
ResponderEliminar