El minuto de silencio en Bande à Part es uno de esos momentos cinematográficos que nos marcan. Sobre todo al ver al trío protagonista echarse un bailecito coordinado con el relato en voz en off. Godard nos regala una película que tiene mucho de amateur, y mucho más de genio.
El enfrentamiento de dos amigos por una chica es una de esas fórmulas cinematográficas que hemos visto miles de veces; pero verla a través de la lente de la Nouvelle Vague nos permite quizás vivirla de otra forma. Más que nada porque al buscar el realismo, el director nos regala miradas y gestos cotidianos; de esos que no vemos en el cine moderno, que nos inventa momentos perfectos, los acaramela. Y esos momentos, esas conversaciones que tanto nos recuerdan a las que tenemos a diario, son justamente parte de las escenas que más se disfrutan.
Ver y oír a Anna Karina cantar en el metro, el primer plano de una actriz que nos cuenta más cosas con la mirada que con las palabras… Las secuencias, la relación entre las palabras y las imágenes; en Bande à Part vemos a un Godard inspirado, que disfruta de su experimento a cada instante y con cada detalle.
La relación de Godard y Anna Karina ha dejado maravillas cinematográficas, historias inolvidables y escenas que han hecho historia del cine. Podría haceros una lista de todas las cosas maravillosas que veréis en esta peli, pero prefiero dejaros descubrirlas. Bande à Part es una de esas películas que vale la pena ver, simplemente porque es diferente.
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