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Tetro: éxtasis visual

Francis Ford Coppola vuelve al cine con una obra visual inolvidable. A la vista está su cartel:



Tetro no es más que una historia sencilla, que pudo haber ocurrido en cualquier ciudad; pero a la que el hecho de que ocurra en Buenos Aires le da un toquecito simpático.

Tuve la ocurrencia de ir a verla a un pequeño cine de pueblo, donde las butacas aún son de terciopelo rojo y las funciones son muy pocas. La sala estaba mucho más llena de lo que me esperaba, y el doblaje no me molestó tanto -bueno, un poco... -. La butaca era hasta más cómoda que varias modernas, y durante la proyección podía oírse el ruidito del proyector (un sonido que realmente me transporta y que disfruto muchísimo).

Si bien a la mitad de la película ya tenía en mente cómo iba a resolverse, no hubo un sólo instante en que me aburriera. De hecho me pareció hasta demasiado corta. Hay momentos en los que puede resultar lenta, creo que de por sí es un poco lenta; pero la belleza de las imágenes es tal que uno ni lo nota.

Los actores realmente están bastante bien, sobre todo me sorprendió ver a Sofía Castiglione ser hasta convincente. Alden Ehrenreich es también convincente, por ahí leí que lo calificaron de un joven Leonardo DiCaprio, en lo cual coincido completamente. Maribel Verdú muy bien, como siempre; y Vincent Gallo hasta resulta atractivo. Es increíble la forma en que Coppola retrata sus ojos, su mirada, sus gestos.

La elección del blanco y negro hace a la historia más interesante; sobre todo cuando se recurre a los flashbacks en color, al mejor estilo Raging Bull (Martin Scorsese, 1980). La fotografía es de las mejores que he visto. El uso de las luces y sombras es tan atractivo y tan poético que recuerda a grandes obras del cine en blanco y negro.

Realmente una película que vale mucho la pena ver y que, lamentablemente, ha pasado desapercibida.

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